Los tucumanos podremos ver “El hombre que amaba los platos voladores” únicamente por Netflix, desde hoy. En las salas de Buenos Aires y de otras ciudades se estrenó la semana pasada, pero no está previsto -por ahora- que suceda en esta provincia.
A finales de los años 80 con una trama que se centra en la figura de José de Zer, un intrépido periodista de espectáculos recibe una tentadora propuesta: viajar a un pequeño pueblo en Córdoba para investigar un misterioso círculo que apareció en un campo, atribuido a una posible visita extraterrestre, cuya cobertura se convierte en un mito de la pantalla chica argentina.
Por Nuevediario José (Leonardo Sbaraglia) junto a su fiel camarógrafo, el Chango (Sergio Prina), se sumerge en un mundo de contradicciones y especulaciones, teorías conspirativas y encuentros cercanos del tercer tipo. De este modo, a medida que profundizan en la investigación, la línea entre la realidad y la ficción se vuelve cada vez más difusa, y ambos se ven envueltos en un surrealista circo mediático.
Cuando llegan al pueblo no hay mucho que valga la pena analizar allí, tan sólo un pastizal quemado en medio de los cerros. Lo que vino a continuación fue la labor de un genio mitómano con un talento oculto: la creación audiovisual de presencia alienígena más recordada de la historia de la televisión argentina, se indica en la sinopsis.
El filme cuenta, además, con un reparto destacado que incluye a Renata Lerman y Norman Briski, con las participaciones especiales de Daniel Aráoz y Mónica Ayos.
La película fue rodada en distintas provincias como Córdoba, San Luis, Mendoza y Buenos Aires, aportando un ambiente único y nostálgico que refleja los paisajes donde José de Zer llevó a cabo sus singulares investigaciones. El portal Micropsia indica que De Zer era un cronista de espectáculos del noticiero de un canal de televisión (era el Canal 9 de Alejandro Romay), un tipo lo suficientemente famoso como para actuar en un teatro de revistas, tener una romance con una vedette (interpretada por Mónica Ayos) y vivir la vida bastante intensamente. Pero, a la vez, era un tipo abrumado por algunas experiencias vividas en el desierto de Sinaí, durante la Guerra de los Seis Días, en 1967.
Sergio Prina, el Negro, es el Chango, y con él habló LA GACETA sobre esta producción que, en rigor, se estrenó en el Festival de San Sebastián hace unas semanas. “El rodaje en total fueron nueve semanas. No estuve la totalidad de ese tiempo. Habrán sido seis semanas del rodaje, y ya la última parte de la película, del rodaje en realidad, no de la película, estuvo Leo solo, bueno, con un equipo un poco más reducido”, le contó a LA GACETA el tucumano.
- ¿Te eligieron de entrada o hiciste casting para “El hombre que amaba los platos voladores”?
- Últimamente vengo haciendo mucho casting, me parece que está buenísimo porque ahí uno va ganando un ejercicio, un entrenamiento, en eso que también es parte del propio laburo que uno tiene, ¿no? Así que para participar en esta película hice un casting, fue quizá un casting más particular, porque de alguna manera no tuve que hacer ninguna escena ni nada, sino que fueron reuniones y charlas con Diego Lerman, con el director, que me iba contando lo que podía del proyecto. Y en realidad tiene que ver con una dinámica de él, de cómo hace el casting, dijo que le gustaban algunos de mis trabajos, entonces me quería conocer. Y fue así, hacer videollamadas con él y charlando un poco del proyecto y qué tanto sabía yo de José de Zer y del Chango, qué opinaba, sensaciones, cosas que... El casting fue eso, no un par de encuentros con él y después de un par de encuentros me llegó la noticia y me avisaron que había quedado.
- ¿Cómo fue trabajar con Leo Sbaraglia en la película?
- Trabajar con Leo la verdad que fue una de las experiencias más lindas que vengo teniendo en el rodaje. Primero porque es un tipazo, es una gran persona, entonces se encarga de empatizar al toque; es muy fácil conectar de entrada con él. Es un tipo muy abierto y que te propone trabajar con las escenas desde un lugar muy piola, de igualdad. Eso me parece que está buenísimo. Y me parece que también está buenísimo verlo trabajar. Es un capo, es un obsesivo del laburo, ¿viste? Tenía todo el tiempo, estaba como muy conectado con ese personaje, entonces tenía mucha información que lo rodeaba, como audios, videos, cosas de José de Zer que las escuchaba y las tenía todo el tiempo con él. Es un actor que se aprende el texto al pie de la letra, pero que después tiene algo que es muy bueno, que es que se empapa como de todo eso que puede ser como muy formal y una cantidad de información. Pero a la hora de ir a las escenas es un actor que trabaja muy libre, muy desprejuiciadamente, eso me parecía muy hermoso, verlo trabajar un placer.
Reestrena "Que pase algo... (título en proceso)", dirigida por Sergio "Negro" Prina- En qué película andás...
- Con respecto al cine, al trabajo, y hay ahí unas cositas dando vuelta, algunas más cerradas, otras tratando de ver si es que se las puede hacer encajar. Estoy por filmar una serie que se va a hacer acá en Tafí Viejo, con la dirección de Eduardo Pinto, que es un chico de Buenos Aires que tiene un montón de películas, muy piola. Ese proyecto es lo más próximo, comienza ya en noviembre. Y bueno, terminando la “peli” de Daniel Hendler, que ya está ahí, bueno, como en la etapa final, así que haciendo algunos doblajes. Y después unos proyectos, esto que te decía, ya medio cerrados para principio del año que viene, entre febrero y abril. Estoy con el estreno de “Que pase algo”, que es la última obra que dirigí por fuera del taller, aunque su génesis haya sido dentro o en el marco del taller donde doy clases de actuaciones-taller y una obra que queremos un montón que la estamos ahora por reestrenar el viernes.